domingo, 13 de septiembre de 2009

La llamada telefónica.

Al principio ella fue una serena conflagración, un rostro que no fingía ni siquiera su belleza, unas manos que de apoco inventaron un lenguaje, una piel memorable y convicta, una mirada limpia, sin traiciones; una voz que caldeaba la risa, unos labios nupciales, un brindis.

Es increíble, pero a pesar de todo, tuve tiempo para ver que sencilla es la vida y que no importa que el futuro sea una oscura maleza; la manera tan poco suntuaria que escogimos nuestras mutuas tentaciones fue un estupor alegre sin culpa ni disculpa. 

Me sentí optimista, nutrido, renovado; tan lejos del sollozo y la nostalgia, tan cómodo en mi sangre y en la de ella a pesar de tantos kilómetros que nos mantienen separados, tan vivo sobre el vértice de musgo, tan hallado a la espera; que después, el amor salió a la noche sin luna y no importaba, salió a desmontar la anécdota, a componer la euforia, a recoger su parte del botín porque nos habíamos enamorado.

Solo entonces pensé en ella eligiéndola, y sin dolor, sin desesperaciones, sin angustia y sin miedo dócilmente empecé como todas las noches a necesitarla.

Aquel día, mientras la extrañaba, llegué tarde , pues me quedé cenando en el gótico; era lo que quería hacer , era muy mala la idea pero lo tenía planeado hace muchos días. Cuando entré al teatro, sólo, vi un cartel que estaba repetido en cuatro paredes y era el mismo, ahí se mezclaba el trabajo de cinco  fotógrafos, pero nada más, no era una propuesta, era una mezquindad comprimida y me quedé con ganas de ver a Juanjo ,el director del teatro, es un buen tipo; y sin darme cuenta me entraron unas ganas locas de extrañarla. Carolyn sabe que Lima está lluviosa y  toda ciudad lluviosa ahonda la tristeza.

Al siguiente día, despues de mi regular faena, pensé ir al mar, a verlo, a mirar la lejanía, a tocar su espuma para afeitar mi barba que se estaba colgando presurosa de mi quijada, a dejarle una carta más a mi amor en una botella que llegue hasta alguna playa de Santo domingo y luego me pregunté si no era mejor llamarla por teléfono.

-Aló, Carolyn mi amor, buenas tardes-.

Un pequeño silencio me invadió el alma y pensé que había marcado un número equivocado.

-Aló mi Roy, respondió ella-

Carolyn siempre sabe como robarme una sonrisa e incendiarme el corazón que me salta como un grillo cada vez que escucho su voz.

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