lunes, 23 de noviembre de 2009

Fantásticamente real.

Una niña me ha mirado con sus grandes ojos color caramelo; tiene las pestañas más hermosas que he visto en una criatura pequeña; se parecen a las de su madre –asumo que es nuestra hija- me ha dicho que afuera hay un ruido que no parece ruido y pude imaginarme un mundo en sus palabras. Fue entonces que me remolcó al pasado. Allí donde sé vivir: Con un esmeril he rectificado las asperezas (mi pasado es una pieza mal hecha).

Mitzrael, nuestro hijo; me confirma que afuera hay un ruido que esta vez no hace ruido; debo conferir que ambos visitan el mismo mundo donde los ruidos hacen ruidos y a veces se quedan mudos como yo cuando miro a Carolyn por la ventana. Ese es mi futuro. Allí también sé vivir: Con guantes de seda lo examino. (mi futuro es como una caja de cristal).

Carolyn, mi esposa; que muchas veces se me escurre entre las manos como un pez y me tapa la boca con un beso cada vez que trato de contradecir las ocurrencias de los pequeños; me dice que visitará a sus padres el fin de mes y el mundo se me derrumba como un castillo de naipes al pensar que no podré acompañarlos.

El Perú me está absorbiendo, le digo con la sonrisa en los labios mientras le dibujo en la mesa que está con harina después de preparar un pastel, la idea de acompañarles a Santo Domingo. Ella me sonríe como la primera vez y me ha dicho que eso no lo debo ni preguntar.

Hoy comprendo que ellos son mi presente; aquí es donde tengo que aprender a vivir. (mi presente es un cofre de sorpresas y alegrías)

Carolyn; mi amor por ti es más grande que el océano y más profundo que cualquier suspiro albergado en el corazón de los hombres.

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